No creo en el destino. Pero si existe, está empecinado en que crea en él.

Apareciste un día, así sin un por qué, sin justificación ni explicación. Me hablaste, quién sabe por qué... Una vuelta, dos, tres. Nosotros siempre girando en espiral. 'Yo me enredo, siempre que vos me desenredes'. Pero en un momento me enredé tanto que te enredé, nos enredamos, nos atamos, nos anudamos, nos ahogamos y empezamos a asfixiarnos.

¿Por qué? ¿Por qué nos hicimos tanto mal? Es la pregunta del millón. La que nunca me pude responder, la que me parte en dos. ¿Por qué nos hicimos tanto mal, pudiéndonos hacer tanto bien?

Fue nuestro orgullo, los celos, los rayes, la histeria... Fuimos nosotros. Tan orgullosos, tan celosos, tan rayados, tan histéricos.

Tanta pendejada junta. Dos pendejos enamorados, jugando a ser grandes. Viendo quien lograba ser más adulto de los dos, más frío, más controlador. Desafiando al amor. Pero el amor es el mejor guerrero, mata aún muerto.

Hoy elijo dejar de ser una pendeja, dejar de intentar ganarle a esto que siento. Me mata aunque ya murió. Pero quiero aprender lo lindo que es morir de amor. Seguiré mi camino, haré nuevas cicatrices en mi corazón. Pero vos sos la primera, la más importante, de la que más aprendí. Gracias, pero de verdad. Fuiste, sos y vas a ser siempre demasiado, eso no cambia por, ni con nada. Y capaz dentro de unos años (uno, dos, tres quién sabe!) , maduremos y podamos hacernos todo ese bien que estos dos pendejos no pueden.

Perdón si te fallé. Y estás perdonado en todo lo que fallaste ~